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3 de abril de 2013

Prólogo de Theardrop de Lauren Kate

Para los que no lo sepan Theardrop es la nueva novela de Lauren Kate, autora de Fallen (Oscuros),  esta nueva novela se estrenará en octubre de este año en ingles y ya tenemos el prólogo.
PRÓLOGO:
Así que esto era: Una puesta de color color ámbar oscuro. Humedad esparciéndose en el perezoso cielo. Un solitario coche en dirección al Puente Seven Mile, con rumbo al aeropuerto de Miami, hacia el vuelo al que no llegaría. Una gran ola elevándose al este de las aguas Keys, transformándose en un monstruo que desconcertaría a los oceanógrafos en las noticias de la noche. Tráfico detenido en la boca del puente por una construcción manejada por unos hombres de traje en puesto de control temporal.

Y él: el chico en el bote de pesca robado a cien metros al oeste del puente. Su ancla estaba bajo el mar. Su mirada fijada en el último coche que había logrado pasar. Él había estado allí durante una hora, y esperaría solo unos momentos más para observar... no, para volver a ver la tragedia que se aproximaba, para asegurarse que esta vez todo saliera bien.

Los hombres que se hacían pasar por trabajadores de la construcción se hacían llamar a si mismos los Seedbearers. El chico en el bote también era un Seedbearr, el más joven en su línea de sangre. El coche en el puente era un Chrysler K-car color champán del 88 con doscientos mil en el odómetro y con el espejo retrovisor de atrás tapado con cinta. Quien conducía era una arqueóloga, una madre pelirroja. Y quien la acompañaba, era su hija de diecisiete años de New Iberia en Lousiana y también era el objetivo de los planes de los Seedbearers. La chica y la madre estarían muertas en minutos... si el chico no estropeaba nada. Su nombre era Ander. Él estaba sudando, y estaba enamorado de la chica del coche. Así que aquí, ahora, con el suave calor de una tarde de primavera en Florida, con las garzas azules persiguiendo las garzas blancas a través del cielo oscuro color ópalo, y con su familia o... no. La elección era más simple que eso: salvar al mundo, o salvar a la chica.

El coche pasó el primer marcador de millas de siete en el largo puente hacia la ciudad de Marathon en el centro de Florida Keys. La ola de los Seedbearers tenía como objetivo la milla cuatro, justo después del punto medio del puente. Cualquier cosa, desde un ligero descenso en la temperatura hasta un cambio en la velocidad del viento o su textura podría alterar la dinámica de la ola. Los Seedbearers tenían que estar preparados para adaptarse. Podrían hacer esto: elaborar una ola del océano utilizando aliento antediluviano, y entonces colocar a la bestia en un lugar precios, como una aguja en un tocadiscos, dejando la música infernal suelta. Incluso se podrían salir con la suya. Nadie podía juzgar un crimen sin saber que se hacía cometido.

La creación de olas era un elemento del poder de los Seedbearers, el Zephyr. No era que tuvieran dominio sobre el agua, más bien era por su habilidad de manipular el viento, cuyas corrientes eran una fuerza poderosa en el océano. Ander había crecido viendo al Zephyr como una divinidad, aunque sus orígenes habían sido oscuros: había nacido en un tiempo y lugar del cual los ancianos Seedbearers ya no hablaban.


Durante meses han hablado de su certeza de que el viento correcto debajo del agua correcta sería lo suficientemente poderoso para matar a la chica correcta.

El límite de velocidad era treinta y cinco. El Chrysler iba a sesenta. Ander se secó el sudor de la frente.

Una pálida luz azul brillaba en el coche. De pie en su bote, Ander no podía ver sus rostros. Solo podía ver dos coronas de cabello contra el reposa-cabezas. Se imaginó a la chica con su móvil, enviando mensajes a alguna amiga sobre las vacaciones con su madre, haciendo planes para verse con el vecino de las mejillas salpicadas con pecas, o aquel chico con el que pasó tiempo antes, el que Ander no soportaba.

La semana entera, la había observado en la palaya mientras leía del mismo viejo libro de bolsillo “El Viejo y el Mar”.

La había visto pasar las páginas con la lenta agresión de estar terriblemente aburrida. Se graduaría en ese otoño y sabía que había estado en tres clases de honor; él una vez estuvo de pié en un pasillo de una tienda de comestibles y logró escuchar a través de los cereales mientras ella hablaba de eso con su padre. Sabía lo mucho que le temía al Cálculo.

Ander no iba a ninguna escuela. Él estudiaba a la chica. Los Seedbearers le obligaban a seguir sus pasos. Por ahora, él era un experto.

Ella amaba las pecanas y las noches claras cuando podía ver las estrellas. Sesentaba con muy mala postura en la mesa a la hora de cenar, pero cuando corría, parecíavolar. Se arrancaba las cejas con pinzas enjoyadas y se vestía con el viejo disfraz de sumadre de Cleopatra cada año en Noche de Brujas. Rociaba toda su comida con salsatabasco, corría una milla en menos de seis minutos, tocaba la guitarra de su abueloGibson con ninguna habilidad pero con mucha alma. Se pintaba lunares en sus uñas ytambién los pinto en las paredes de su habitación. Soñaba con salir del pantano e ir aalguna gran ciudad como Dallas o Memphins, tocando canciones en micrófono abiertoen clubes oscuros. Amaba a su madre con una fuerte e inquebrantable pasión que Ander envidiaba y que se esforzaba por entender. Llevaba camisetas sin mangas en invierno, ysuéteres en la playa. Le temía a las alturas pero le encantaban las montañas rusas y planeaba no casarse nunca. No lloraba. Y cuando se reía, cerraba los ojos.

Él sabía todo sobre ella. Pasaría cualquier examen sobre sus complejidades. Lahabía estado observando desde el día bisiesto en que nació. Todos los Seedbearers lohabían hecho. Él la había estado observando mucho antes de que ella o él pudieranhablar. Y ellos nunca habían hablado.

Ella era su vida.

Él tenía que matarla.

La chica y la madre tenían las ventanas abiertas.

A los Seedbeares no les gustaría eso. Él tenia la certeza de que a uno de sus tíosse le había encargado la tarea de atascar las ventanas del coche mientras madre e hija jugaban rummy en un toldo azul donde vendían café.

Pero Ander había visto una vez a la madre de la chica meter un palo en elregulador de voltaje de un automóvil que tenia la batería muerta y encendiéndolo denuevo. Había visto a la chica cambiar un neumático a un lado de la carretera con unclima de cien grados sin apenas sudar. Ellas podían hacer cosas, esas mujeres.

Mas
razones para
matarlas”

dirían sus tíos, alentándolo siempre a defender sulínea familiar Seedbearer. Pero nada de lo que Ander veía en la chica le
asustaba…
solole causaba profunda fascinación.


 
Los antebrazos bronceados colgaban a ambos lados de las ventanillas abiertasdel coche mientras pasaban la milla dos. De tal palo, tal
astilla…
ambas giraron altiempo por algo en la radio que Ander deseaba poder oír.

Se preguntaba como olería la sal en su piel. La idea de estar lo suficientementecerca para sentir su aroma se apodero de él en una ola de placer llegando casi a provocarle nauseas.

Una cosa era segura: él jamás la tendría.

Se dejo caer de rodillas. El bote se meció bajo su peso, rompiendo el reflejo dela luna creciente. Luego se movió de nuevo con más fuerza, lo que indicaba unaalteración en algún lugar del agua.

La ola se estaba construyendo

.

Todo lo que él tenía que hacer era observar. Su familia se lo había dejado muyclaro. La ola golpearía; el coche se deslizaría por el puente como una flor se desliza por el borde de una fuente de agua. Ellas serian arrastradas hasta las profundidades del mar.Eso era todo.

Cuando la familia de Ander había conspirado en su lamentable alquiler vacacional en Key West con vista a un callejón lleno de maleza, nadie había hablado delas sucesivas olas que llevarían a la hija y a la madre a la inexistencia. Nadie habíamencionado como se descompondrían lentamente los cadáveres en el agua fría. PeroAnder había estado teniendo pesadillas toda la semana sobre el cuerpo de la chicadespués de haber muerto.

Su familia le había dicho que después de la ola todo habría acabado y que Ander  podía comenzar una vida normal. ¿No era eso lo que él decía que quería?

Él simplemente tenía que asegurarse que el carro se mantuviera bajo el agua eltiempo suficiente para que la chica muriera. Si por casualidad, -aquí sus tíoscomenzaron a discutir- la madre y la hija de alguna manera se liberaban y llegaban a lasuperficie, entonces Ander 
tendría…



 

No”,
su tía Chora dijo lo suficientemente alto para silenciar la habitación llenade hombres. Ella era lo más cercano que Ander tenía a una madre. Él la quería, pero nole agradaba.
 No
 sucederá”
había dicho. La ola que Chora produciría seria losuficientemente fuerte. Ander no tendría que ahogar a la chica con sus manos. LosSeedbearers no eran asesinos. Eran guardianes de la humanidad y prevenían elapocalipsis. Ellos estaban generando
un acto de Dios.

Pero aun así era
asesinato.
Por ese momento la chica estaba viva.

Tenía amigosy una familia que la amaba. Tenía una vida delante de ella, posibilidades desplegándosecomo ramas de roble hacia el cielo infinito. Tenía una habilidad para hacer que todo loque le rodeaba pareciera espectacular.A Ander no le gustaba pensar sobre lo que sea que ella pudiera llegar a hacer algún día, aquello que a los Seedbearers tanto les asustaba que hiciera. La duda loconsumía. Mientras la ola se acercaba, él considero dejar que esta lo llevara a éltambién.

Si quería morir, debería dejar el bote. Tendría que soltar la cadena soldada de suancla. No importa lo fuerte que fuera la ola, la cadena de Ander no se rompería. Suancla no se soltaría del fondo del mar. Estaban hechas de oricalco, un metal antiguoconsiderado mitológico por los modernos arqueólogos. El ancla en su cadena era una delas cinco reliquias hechas de la sustancia que los Seedbearers habían conservado. Lamadre de la chica, una extraña científica que creía en cosas que no podía probar queexistieran, habría cambiado toda su carrera por descubrir solo una de las reliquias.

El ancla, la lanza, el lanza dardos, una ánfora, (un recipiente para beber agua) yel pequeño cofre tallado que desprendía un brillo verde poco
natural…
estos fueron losque permanecieron de su linaje, del mundo del cual nadie hablaba, del pasado que LosSeedbearers se empeñaron en reprimir.

La chica no sabia nada de Los Seedbearers, ¿pero sabia ella de donde venia?¿Podría trazar la línea de su pasado tan rápido como la trazo él? ¿La línea que la llevaríaal mundo perdido en el diluvio? ¿Al secreto al cual ambos, ella y él, estabaninexplicablemente unidos?

Era el momento. El coche se aproximo a la milla cuatro.

 
Ander vio emerger la ola hacia el oscurecido cielo hasta que su cresta blanca yano podía ser confundida por una nube. La vio alzarse en cámara lenta: veinte, treinta
 pies…
una pared de agua moviéndose hacia ellos, tan negra como la noche.

Su rugido casi ahogo el grito que venía del coche. El grito no sonó como el deella, más bien como el de su madre. Ander se estremeció. El sonido indicaba que al finhabían visto la ola. Las luces del coche brillaron, y luego sonó el motor. Demasiadotarde.La tía Chora era tan buena como su palabra: había construido su ola perfectamente. Esta llevaba el olorcillo a
citronela…
el toque de Chora para enmascarar el olor a metal quemado que producía la brujería Zephyr. La ola era más alta que unedificio de tres pisos, con un vórtice concentrado en su profundo vientre, y un labio deespuma que devoraría el puente por la mitad dejando la tierra que había a cada ladointacta. Haría su trabajo limpiamente y, aun más importante, rápidamente. Difícilmentehabría tiempo para que los turistas se detuvieran en la boca del puente para sacar susmóviles y grabar el acontecimiento.

Cuando la ola rompió contra el puente, se extendió por todas partes. Y luego,tomo el doble de fuerza al chocar contra el divisor de la autopista a tres metros por delante del vehículo, justo como estaba planeado. El puente crujió. El camino se doblo.El coche fue arrastrado hasta el centro del remolino. La parte inferior se soltó y la ola laarrastro hasta la cresta, y luego salió disparada hacia el turbulento mar.

Ander vio al Chrysler dando un peligroso salto en la cara de la ola. Mientras setambaleaba, Ander se sintió consternado por lo que vio en el parabrisas del coche. Allíestaba ella: el sucio cabello rubio extendido hacia todas partes; perfil suave, como unasombra proyectada por la luz de las velas. Sus manos alcanzando a su madre, que sehabía golpeado la cabeza con el volante. Su grito cortó a Ander como el cristal.

Si esto no hubiera sucedido, todo podría haber sido diferente: pero sucedió.

Por primera vez en la vida de Ander, ella lo observo.



 
Sus manos se deslizaron de la cadena del ancla de oricalco. Sus pies selevantaron del suelo del bote de pesca. En el momento en el que el coche cayó en elagua, Ander estaba nadando, luchando contra la ola, abandonando las bases de toda lafuerza ancestral que corría por su sangre.

Todo quedo en silencio. La ola se retiro, recogiendo toneladas de restos flotantesy arrastrando al coche también. Dejando a Ander atrás.

Él tenía una oportunidad. Las ventanas estaban sobre el nivel del agua. Tan pronto como la ola volviera, el coche seria aplastado. Ander no podría explicar como sucuerpo salió del agua y se deslizo por el aire. Salto y extendió sus manos.

El cuerpo de ella estaba rígido. Sus oscuros ojos estaban abiertos, de un agitadoazul. La sangre se deslizaba por su cuello mientras ella se volvía para mirarle. ¿Qué fuelo que vio? ¿Qué era él?

La pregunta y su mirada paralizaron a Ander. En ese desconcertante momento,la ola los rodeo, y una oportunidad crucial se perdió: tendría tiempo para salvar a solouna de ellas. Él sabía lo cruel que era, pero, en un acto egoísta, no la iba a dejar ir.

Justo antes de que la ola rompiera encima de ellos, Ander le agarro la mano.

 Eureka

 

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