Para los que no lo sepan Theardrop es la nueva novela de Lauren Kate, autora de Fallen (Oscuros), esta nueva novela se estrenará en octubre de este año en ingles y ya tenemos el prólogo.
PRÓLOGO:
Así que esto era: Una puesta de color
color ámbar oscuro. Humedad esparciéndose en el perezoso cielo. Un
solitario coche en dirección al Puente Seven Mile, con rumbo al
aeropuerto de Miami, hacia el vuelo al que no llegaría. Una gran ola
elevándose al este de las aguas Keys, transformándose en un
monstruo que desconcertaría a los oceanógrafos en las noticias de
la noche. Tráfico detenido en la boca del puente por una
construcción manejada por unos hombres de traje en puesto de control
temporal.
Y él: el chico en el bote de pesca
robado a cien metros al oeste del puente. Su ancla estaba bajo el
mar. Su mirada fijada en el último coche que había logrado pasar.
Él había estado allí durante una hora, y esperaría solo unos
momentos más para observar... no, para volver a ver la tragedia que
se aproximaba, para asegurarse que esta vez todo saliera bien.
Los hombres que se hacían pasar por
trabajadores de la construcción se hacían llamar a si mismos los
Seedbearers. El chico en el bote también era un Seedbearr, el más
joven en su línea de sangre. El coche en el puente era un Chrysler
K-car color champán del 88 con doscientos mil en el odómetro y con
el espejo retrovisor de atrás tapado con cinta. Quien conducía era
una arqueóloga, una madre pelirroja. Y quien la acompañaba, era su
hija de diecisiete años de New Iberia en Lousiana y también era el
objetivo de los planes de los Seedbearers. La chica y la madre
estarían muertas en minutos... si el chico no estropeaba nada. Su
nombre era Ander. Él estaba sudando, y estaba enamorado de la chica
del coche. Así que aquí, ahora, con el suave calor de una tarde de
primavera en Florida, con las garzas azules persiguiendo las garzas
blancas a través del cielo oscuro color ópalo, y con su familia
o... no. La elección era más simple que eso: salvar al mundo, o
salvar a la chica.
El coche pasó el primer marcador de
millas de siete en el largo puente hacia la ciudad de Marathon en el
centro de Florida Keys. La ola de los Seedbearers tenía como
objetivo la milla cuatro, justo después del punto medio del puente.
Cualquier cosa, desde un ligero descenso en la temperatura hasta un
cambio en la velocidad del viento o su textura podría alterar la
dinámica de la ola. Los Seedbearers tenían que estar preparados
para adaptarse. Podrían hacer esto: elaborar una ola del océano
utilizando aliento antediluviano, y entonces colocar a la bestia en
un lugar precios, como una aguja en un tocadiscos, dejando la música
infernal suelta. Incluso se podrían salir con la suya. Nadie podía
juzgar un crimen sin saber que se hacía cometido.
La creación de olas era un elemento
del poder de los Seedbearers, el Zephyr. No era que tuvieran dominio
sobre el agua, más bien era por su habilidad de manipular el viento,
cuyas corrientes eran una fuerza poderosa en el océano. Ander había
crecido viendo al Zephyr como una divinidad, aunque sus orígenes
habían sido oscuros: había nacido en un tiempo y lugar del cual los
ancianos Seedbearers ya no hablaban.
Durante meses han hablado de su
certeza de que el viento correcto debajo del agua correcta sería lo
suficientemente poderoso para matar a la chica correcta.
El límite de velocidad era treinta y
cinco. El Chrysler iba a sesenta. Ander se secó el sudor de la
frente.
Una pálida luz azul brillaba en el
coche. De pie en su bote, Ander no podía ver sus rostros. Solo podía
ver dos coronas de cabello contra el reposa-cabezas. Se imaginó a la
chica con su móvil, enviando mensajes a alguna amiga sobre las
vacaciones con su madre, haciendo planes para verse con el vecino de
las mejillas salpicadas con pecas, o aquel chico con el que pasó
tiempo antes, el que Ander no soportaba.
La semana entera, la había observado
en la palaya mientras leía del mismo viejo libro de bolsillo “El
Viejo y el Mar”.
La había visto pasar las páginas con
la lenta agresión de estar terriblemente aburrida. Se graduaría en
ese otoño y sabía que había estado en tres clases de honor; él
una vez estuvo de pié en un pasillo de una tienda de comestibles y
logró escuchar a través de los cereales mientras ella hablaba de
eso con su padre. Sabía lo mucho que le temía al Cálculo.
Ander no iba a ninguna escuela. Él
estudiaba a la chica. Los Seedbearers le obligaban a seguir sus
pasos. Por ahora, él era un experto.
Ella
amaba las pecanas y las noches claras cuando podía ver las
estrellas. Sesentaba con muy mala postura en la mesa a la hora de
cenar, pero cuando corría, parecíavolar. Se arrancaba las cejas con
pinzas enjoyadas y se vestía con el viejo disfraz de sumadre de
Cleopatra cada año en Noche de Brujas. Rociaba toda su comida con
salsatabasco, corría una milla en menos
de seis minutos, tocaba la guitarra de su abueloGibson
con ninguna habilidad pero con mucha alma. Se pintaba lunares en sus
uñas ytambién los pinto en las paredes de su habitación. Soñaba
con salir del pantano e ir aalguna gran
ciudad como Dallas o Memphins, tocando canciones en micrófono
abiertoen clubes oscuros. Amaba a su madre con una fuerte e
inquebrantable pasión que Ander envidiaba
y que se esforzaba por entender. Llevaba camisetas sin mangas en
invierno, ysuéteres en la playa. Le
temía a las alturas pero le encantaban las montañas rusas
y planeaba no casarse nunca. No lloraba. Y cuando se reía,
cerraba los ojos.
Él
sabía todo sobre ella. Pasaría cualquier examen sobre sus
complejidades. Lahabía estado observando desde el día bisiesto en
que nació. Todos los Seedbearers lohabían hecho. Él la había
estado observando mucho antes de que ella o él pudieranhablar.
Y ellos nunca habían hablado.
Ella
era su vida.
Él
tenía que matarla.
La
chica y la madre tenían las ventanas abiertas.
A
los Seedbeares no les gustaría eso. Él tenia la certeza de que a
uno de sus tíosse le había encargado
la tarea de atascar las ventanas del coche mientras madre e
hija jugaban rummy en un toldo azul
donde vendían café.
Pero
Ander había visto una vez a la madre de la chica meter un palo en
elregulador de voltaje de un automóvil que tenia la batería muerta
y encendiéndolo denuevo. Había visto a
la chica cambiar un neumático a un lado de la carretera con unclima
de cien grados sin apenas sudar. Ellas podían hacer cosas, esas
mujeres.
“Mas
razones
para
matarlas”
dirían
sus tíos, alentándolo siempre a defender sulínea familiar
Seedbearer. Pero nada de lo que Ander veía en la chica le
asustaba…
solole
causaba profunda fascinación.
Los
antebrazos bronceados colgaban a ambos lados de las ventanillas
abiertasdel coche mientras pasaban la milla dos. De tal palo, tal
astilla…
ambas
giraron altiempo por algo en la radio
que Ander deseaba poder oír.
Se
preguntaba como olería la sal en su piel. La idea de estar lo
suficientementecerca para sentir su
aroma se apodero de él en una ola de placer llegando casi
a provocarle nauseas.
Una
cosa era segura: él jamás la tendría.
Se
dejo caer de rodillas. El bote se meció bajo su peso, rompiendo el
reflejo dela luna creciente. Luego se movió de nuevo con más
fuerza, lo que indicaba unaalteración en algún lugar del agua.
La
ola se estaba construyendo
.
Todo
lo que él tenía que hacer era observar. Su familia se lo había
dejado muyclaro. La ola golpearía; el coche se deslizaría por el
puente como una flor se desliza por el
borde de una fuente de agua. Ellas serian arrastradas hasta las
profundidades del mar.Eso era todo.
Cuando
la familia de Ander había conspirado en su lamentable
alquiler vacacional en Key West con
vista a un callejón lleno de maleza, nadie había hablado delas
sucesivas olas que llevarían a la hija y a la madre a la
inexistencia. Nadie habíamencionado como se descompondrían
lentamente los cadáveres en el agua fría. PeroAnder
había estado teniendo pesadillas toda la semana sobre el cuerpo de
la chicadespués de haber muerto.
Su
familia le había dicho que después de la ola todo habría acabado y
que Ander podía comenzar una vida normal. ¿No era eso lo
que él decía que quería?
Él
simplemente tenía que asegurarse que el carro se mantuviera bajo el
agua eltiempo suficiente para que la chica muriera. Si por
casualidad, -aquí sus tíoscomenzaron a
discutir- la madre y la hija de alguna manera se liberaban y llegaban
a lasuperficie, entonces Ander
tendría…
“No”,
su
tía Chora dijo lo suficientemente alto para silenciar la habitación
llenade hombres. Ella era lo más cercano que Ander tenía a una
madre. Él la quería, pero nole
agradaba.
“
No
sucederá”
había
dicho. La ola que Chora produciría seria losuficientemente
fuerte. Ander no tendría que ahogar a la chica con sus manos.
LosSeedbearers no eran asesinos. Eran
guardianes de la humanidad y prevenían elapocalipsis. Ellos estaban
generando
un
acto de Dios.
Pero
aun así era
asesinato.
Por
ese momento la chica estaba viva.
Tenía
amigosy una familia que la amaba. Tenía
una vida delante de ella, posibilidades desplegándosecomo
ramas de roble hacia el cielo infinito. Tenía una habilidad para
hacer que todo loque le rodeaba
pareciera espectacular.A Ander no le
gustaba pensar sobre lo que sea que ella pudiera llegar a hacer algún
día, aquello que a los Seedbearers tanto les asustaba que hiciera.
La duda loconsumía. Mientras la ola se acercaba, él considero dejar
que esta lo llevara a éltambién.
Si
quería morir, debería dejar el bote. Tendría que soltar la cadena
soldada de suancla. No importa lo fuerte
que fuera la ola, la cadena de Ander no se rompería. Suancla
no se soltaría del fondo del mar. Estaban hechas de oricalco, un
metal antiguoconsiderado mitológico por los modernos arqueólogos.
El ancla en su cadena era una delas
cinco reliquias hechas de la sustancia que los Seedbearers habían
conservado. Lamadre de la chica, una extraña científica que creía
en cosas que no podía probar queexistieran,
habría cambiado toda su carrera por descubrir solo una de las
reliquias.
El
ancla, la lanza, el lanza dardos, una ánfora, (un recipiente para
beber agua) yel pequeño cofre tallado que desprendía un brillo
verde poco
natural…
estos
fueron losque permanecieron de su
linaje, del mundo del cual nadie hablaba, del pasado que
LosSeedbearers se empeñaron en reprimir.
La
chica no sabia nada de Los Seedbearers, ¿pero sabia ella de donde
venia?¿Podría trazar la línea de su pasado tan rápido como la
trazo él? ¿La línea que la llevaríaal
mundo perdido en el diluvio? ¿Al secreto al cual ambos, ella y él,
estabaninexplicablemente unidos?
Era
el momento. El coche se aproximo a la milla cuatro.
Ander
vio emerger la ola hacia el oscurecido cielo hasta que su cresta
blanca yano podía ser confundida por
una nube. La vio alzarse en cámara lenta: veinte, treinta
pies…
una
pared de agua moviéndose hacia ellos, tan negra como la noche.
Su
rugido casi ahogo el grito que venía del coche. El grito no sonó
como el deella, más bien como el de su
madre. Ander se estremeció. El sonido indicaba que al finhabían
visto la ola. Las luces del coche brillaron, y luego sonó el motor.
Demasiadotarde.La tía Chora era tan buena como su palabra: había
construido su ola perfectamente. Esta llevaba el olorcillo a
citronela…
el
toque de Chora para enmascarar el
olor a metal quemado que producía la brujería Zephyr. La ola era
más alta que unedificio de tres pisos, con un vórtice concentrado
en su profundo vientre, y un labio deespuma que devoraría el puente
por la mitad dejando la tierra que había a cada ladointacta. Haría
su trabajo limpiamente y, aun más importante, rápidamente.
Difícilmentehabría tiempo para que los turistas se detuvieran en la
boca del puente para sacar susmóviles y grabar el acontecimiento.
Cuando
la ola rompió contra el puente, se extendió por todas partes. Y
luego,tomo el doble de fuerza al chocar contra el divisor de la
autopista a tres metros por delante del vehículo, justo como
estaba planeado. El puente crujió. El camino se doblo.El coche fue
arrastrado hasta el centro del remolino. La parte inferior se soltó
y la ola laarrastro hasta la cresta, y
luego salió disparada hacia el turbulento mar.
Ander
vio al Chrysler dando un peligroso salto en la cara de la ola.
Mientras setambaleaba, Ander se sintió consternado por lo que vio en
el parabrisas del coche. Allíestaba ella: el sucio cabello rubio
extendido hacia todas partes; perfil suave, como unasombra
proyectada por la luz de las velas. Sus manos alcanzando a su madre,
que sehabía golpeado la cabeza con el volante. Su grito cortó a
Ander como el cristal.
Si
esto no hubiera sucedido, todo podría haber sido diferente: pero
sucedió.
Por
primera vez en la vida de Ander, ella lo observo.
Sus
manos se deslizaron de la cadena del ancla de oricalco. Sus pies
selevantaron del suelo del bote de pesca. En el momento en el que el
coche cayó en elagua, Ander estaba
nadando, luchando contra la ola, abandonando las bases de toda
lafuerza ancestral que corría por su sangre.
Todo
quedo en silencio. La ola se retiro, recogiendo toneladas de restos
flotantesy arrastrando al coche también.
Dejando a Ander atrás.
Él
tenía una oportunidad. Las ventanas estaban sobre el nivel del agua.
Tan pronto como la ola volviera, el coche seria aplastado. Ander
no podría explicar como sucuerpo salió
del agua y se deslizo por el aire. Salto y extendió sus manos.
El
cuerpo de ella estaba rígido. Sus oscuros ojos estaban abiertos, de
un agitadoazul. La sangre se deslizaba
por su cuello mientras ella se volvía para mirarle. ¿Qué fuelo que
vio? ¿Qué era él?
La
pregunta y su mirada paralizaron a Ander. En ese desconcertante
momento,la ola los rodeo, y una oportunidad crucial se perdió:
tendría tiempo para salvar a solouna de
ellas. Él sabía lo cruel que era, pero, en un acto egoísta, no la
iba a dejar ir.
Justo
antes de que la ola rompiera encima de ellos, Ander le agarro la
mano.
Eureka
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